En el techo de América
Desde este año, las ciudades bolivianas de La Paz y El
Alto están unidas por el teleférico urbano más elevado del mundo.
TELEFÉRICO
Foto Prensa Libre: EFE
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Los habitantes de La Paz presumen, desde este año, de
contar con la red de transporte público más alta del mundo, un teleférico
urbano cuyas cabinas se deslizan de manera silenciosa, y cuelgan de las laderas
de Los Andes a casi 4 mil metros sobre el nivel del mar.
Desde que se inauguró la primera fase en mayo pasado y
la segunda en octubre, el teleférico ha transportado a millones de viajeros.
Solo en los primeros dos días de funcionamiento subieron 57 mil personas.
Aunque inicialmente este teleférico fue ideado para
mejorar el caótico transporte paceño, aún hay muchas familias que lo ven como
una atracción turística.
"La gente sale —de la cápsula— como si hubiera
subido a un platillo volante. Muchas son personas que jamás han viajado en
avión o el metro", explica el ingeniero español Javier Tellería,
presidente en Bolivia de la empresa austriaca Doppelmayr, responsable de su
construcción.
Al profesional español le sorprende que los pasajeros
bajen "muy tranquilos, sin vértigo", a pesar de que las estaciones se
encuentran a una altura mayor de lo habitual, ya que están por arriba de los
edificios. La explicación quizá sea que los paceños están acostumbrados a los
inhóspitos 4 mil metros de la altura de su ciudad.
De ciencia ficción
Las torres metálicas de esta infraestructura se erigen
casi como una escena de ciencia ficción entre las miles de humildes viviendas
que cuelgan de las laderas de La Paz. Las cabinas de colores verde, rojo y
amarillo, como la bandera de Bolivia, dan un toque futurista.
Los expertos en urbanismo creen que el teleférico
puede cambiar no sólo el paisaje urbano, sino también el funcionamiento de la
ciudad, algo que ya ha ocurrido en otras urbes latinoamericanas, como el caso
de Medellín, Colombia.
Cuando el proyecto esté completo, el sistema de
transporte abarcará una red de diez kilómetros, con tres líneas, once
estaciones y 77 torres, con una inversión total de US$235 millones. Cada línea
podrá trasladar hasta 3 mil pasajeros por hora gracias a las 443 cabinas, cada
una con capacidad para diez personas.
El teleférico no es solo patrimonio de los paceños, ya
que también une la vecina ciudad de El Alto. Entre ellas se desplazan a diario
unas 440 mil personas y hasta ahora estas urbes solo estaban unidas por la
única autopista del país, donde frecuentemente se producen bloqueos y protestas
ciudadanas.
Polémica
Como siempre ocurre con las iniciativas de este tipo,
no todos están contentos. En este caso, los pilotos del transporte se sienten
perjudicados por el teleférico, porque afirman que les quitará trabajo e
ingresos.
La solución que han planteado los transportistas es
que el Gobierno les ceda la mitad de las acciones del teleférico como
compensación, lo que las autoridades han rechazado tajantemente.
Hasta la puesta en marcha de este novedoso sistema y
el de los autobuses PumaKatari de la alcaldía paceña, en Bolivia no existía un
sistema urbano de transporte público regulado por las autoridades y por ello,
históricamente el gremio de los choferes ha tenido un enorme poder a la hora de
paralizar ciudades bolivianas en busca de reivindicaciones.
Por ello, y aunque muchos todavía lo ven como una
alternativa lúdica para los fines de semana, son muchos los habitantes de La
Paz y El Alto que han abrazado la llegada del teleférico como una alternativa
para desplazarse sin recurrir a los precarios autobuses públicos.
También es reivindicativa, pero en el buen sentido,
otra de las acciones surgidas al calor del nuevo transporte: los jóvenes
artistas decidieron llenar los techos con pinturas que simbolizan la identidad
paceña para evitar que esos espacios se llenen de publicidad.
Pese a las espectaculares vistas de la ciudad y de la
cordillera andina que se despliegan ante los usuarios de las cabinas, los
tejados también son parte ineludible del paisaje y los artistas tratan de
impedir, con sus coloridas pinturas, que sean tomados para propaganda política.
En el arte de los techos destacan las ideas de la
felicidad, la esperanza y la identidad, para mostrar que estos ambientes pueden
ser un medio de expresión.
Otra curiosidad es la inaudita vista, desde la línea
roja, de los restos de un antiguo accidente en el que un coche se embarrancó
colina abajo y quedó encajado en una de las grietas de las laderas.
Además, a diferencia de los teleféricos de otras
ciudades, las cabinas del paceño serpentean entre el laberíntico entramado de
los edificios, desde cuyas ventanas y balcones muchas personas siguen saludando
a los pasajeros, aunque ya hayan pasado meses desde su inauguración.
EFE-Reportajes
Gabriel
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