jueves, 20 de abril de 2017

FRAGMENTO


Fragmento

Las ventanas de la celda estaban  cubiertas con rejas y una doble malla de alambre. Pasaba su tiempo mirándolas, el tiempo no tenía ninguna importancia para él. El  reloj había parado de contarle las horas, no le importaba que hora era, o que día, o que mes, otros se habían encargado de medirle el tiempo, de su libertad.
Las noches eran más consolables que los días. Dejaba su mente libre, salía de su cuerpo y viajaba como pájaro. Era su maná, el espíritu de libertad que mantenía la llama de la esperanza. Por las noches cuando no podía dormir, cuando no se oía nada más que los ronquidos  de los demás, se levantaba en la punta de sus pies, y caminaba hasta la ventana. Las rejas habían tapado la vista, pero en la esquina derecha, la malla de alambre tenía un agujero que se podía ver detrás de la superficie de vidrio. Pegaba su ojo a ese agujero y miraba, era increíble, las cosas que cabían en este diminuto  agujero.    

Le parecía que había abierto el cielo,  altos rascacielos se habían engendrado en la isla de Manhatan y trataban de ahogarla. Las ventanas alumbraban con una luz amarillenta, otras con luces blancas y de colores fosforescentes.  Luces que tomaban la forma de las ventanas, unas redondas,  otras rectangulares y otras cuadradas, y al tope luces en formas cilíndricas. Todas juntas, daban la impresión de un tejido de encajes.  Veía la lucecita  de la boya, que alumbraba como una luciérnaga, y oía su campanita tocando según la mecían las pequeñas olas del mar. Su propósito era, para guiar los barcos en la oscuridad de la noche.
A media noche se oyeron las sirenas  de los barcos que daban la bienvenida de  nuevo año. Era un año más que se fue, pero el nuevo año entró lleno de esperanzas.

Esta  ventana le servia como una pantalla de cine, él era el único espectador, él público entero, para él brillaban las estrellas, tocaban las campanas. Su pequeño agujero  había sido su cine, su esperanza, su vida. Mirando todo esto con los ojos llenos de lágrimas se durmió. En su sueño, al fondo de su subconciencia, se oyeron ruidos de cadenas, llaves que estaban jugando  en las manos de los guardianes. Despertó asustado, la vista desde el agujero se veía pálida, señal que estaba amaneciendo un nuevo día. Regresó a su cama corriendo, se escondió debajo de la colcha.  Al rato se oyó la voz del guardián y el ruido del bastón de hierro quebrando su manilla  contra los armazones de hierro de las camas.
-Despierten,- gritaba, -todos arriba.-
Maki sintió como el Promitea, que las aves de rapiña le estaban comiendo las entrañas amarado en su cama sin poder hacer nada, un castigo nocturno  de los dioses por robarles el fuego y obsequiarlo a la humanidad.
Los días pasaban terribles ninguna esperanza de salir  se veía en el horizonte. 
Los predicadores de una gran variedad de religiones venían a propagar sus creencias, en el fértil ambiente de los presos. Les predicaban de tener paciencia, animo a enfrentarse a las dificultades de la vida, tomando de ejemplo a Jesús, su humilde vida, su pobreza, su calvario, el no era ningún rico,  pero era un  Dios


Gabriel

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