miércoles, 16 de octubre de 2013

El sendero del Sol (Parte III)


 "El Sendero del Sol"
(Parte III)   

   
A la madre no le gustaba tanto las felicitaciones, pero el padre orgulloso decía:
-Imagínate mujer, todos nos felicitan como si hubiera nacido un Americano, el nos va a sacar de nuestra pobreza, él es de la suerte, a él lo vamos a tener como un respaldo a nuestra vejez.-
La Margarita, hija del zapatero del pueblo, una solterona aficionada de tocar violín, con sus notas apasionadas llenaba la vecindad con una nocturna dulzura de un mundo desconocido, lleno de ilusio­nes utópicas americanas. Margarita felicitó a los padres, les apretó fuertemente la mano y les dijo:
-Yo me encargo de enseñar a Maki violín, así cuando llegue a América va a estar bien prepara­do.-
Doña Pepa, la vecina, que era la dueña de las dos cabritas que con la leche de ellas crecía el niño vino a felicitarlos y dijo:
-Me voy para mi casa, les deseo todo lo mejor del mundo, voy a preparar algo de comer para mi marido, no tarda en venir de la montaña, con su burrito cargado de carbón.-
La ultima en salir fue una viejita, hija de un fallecido panadero. Abrazó al niño, lo levantó y le dijo:
-Ahora con el misterio de bautizo te hiciste un buen cristiano, te salvaste del pecado de nuestros antepasados, según las escrituras.-
El padre la miró enojado le quitó el niño y le dijo:
-Ya basta, buenas noches Sra. Mi hijo no tiene pecados.-
La Sra. Salió con pasos lentos quejándose, dijo que le dolían las piernas, tenía artritis, y un montón de cosas más, las que acompañan siempre a la vejez.
Pasaron los años, Maki llegó a la edad de ir a la escuela, siempre enfermizo, pálido y flaco. Debe ser por el húmedo clima del pueblo, que en el invierno cuando comienza a llover llueve sin parar días, y semanas enteras, comentaba el padre, hablando solo tratando de dar una explicación por sí mismo a las enfermedades de su hijo.
Maki siempre se iba a la casa de la hija del zapatero y ponía atención como ella tocaba el violín. Se quedaba extático, soñando tierras lejanas, a la misma vez miraba al zapatero arreglando zapatos viejos que le traían la gente del pueblo, poniéndoles tacones y suelas de caucho de llantas viejas, o haciendo sandalias (caites) para la gente del monte.
Comenzó la segunda guerra mundial, los invasores italianos se apoderaron de las Islas Jonicas, una de ellas Kefalonia, en la que vivía Maki. Los alemanes se apoderaron de la más grande Grecia.
Hambre y miseria se apoderó de todo el pueblo, toda la isla, toda Grecia, la discordia entre los par­tidos políticos, la guerrilla escondiéndose en las montañas, peleando contra los invasores y contra los de afiliación de partidos opositores, generalmente entre derechistas e izquierdistas. Todas estas cosas hicieron una vida de infierno para los habitantes del pueblo. Uno no podía estar seguro de nada, si el día siguiente iba a amanecer con su cabeza en sus hombros. Las matanzas eran frecuentes entre sí por un poco de comida, o por cualquier otra cosa, la anarquía estaba en su poderío máximo. La iglesia tomó la oportunidad para dar esperanza a los pobres, a los enfermos, a los combatientes.
El cura decía el sermón dominical, en su homilía predicaba pidiendo a la gente de tener paciencia tener fe en Jesús, pero no tenía solución para el hambre, la miseria, las matanzas, la discordia, los robos, entre los mismos habitantes del pueblo. Maki se iba todos los domingos a la iglesia junto con los demás chicos de la escuela, decía el Padre Nuestro, recibía (antidoro) la hostia, en vano esperaba la guía del  Espíritu Santo  para sobrevivir al hambre, en vano fueron las misas para pedir ayuda a Dios, con todas estas ceremonias no se llenaba el estómago.

 Continuará

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Dear Gabriel,

It's a wonderful story, and it's really fun to read it in Spanish. You write so well!

Many thanks!

Love to you and Ortencia,
Caroline

pylaros dijo...

Dear Caroline, Nick

Gracias por visitar mi pequeño mundo, lleno de experiencias alrededor del universo, relatos en forma de novela.

Saludos

Gabriel